Un hombre mientras oraba en la Iglesia de pronto se levantó gritando “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”, corrió hacia una cantina que estaba en la esquina, entró y gritó “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”.
El dueño, enojado, llamó a los guardias y se lo llevaron preso, al otro día lo soltaron y cuando llegó a la Iglesia, los hermanos, que habían amanecido orando por él, preocupados se alegraron y saltaron de alegría al verlo, él les contó que no importaba que hubiera estado preso, el mensaje había sido
entregado...