No tengas afanes, sino oraciones; no inquietudes, sino mucha comunión con Dios. Pon tus súplicas delante del Señor de tu vida, guardián de tu alma. Acércate a Él con dos partes de oración y una de alabanzas fervorosas. No ores con dudas, sino con gratitud.
Ten por cierto que tus peticiones han sido atendidas, y, por tanto, alaba al Señor por su misericordia. Él te prodiga sus bendiciones; dale tú las gracias. Nada le escondas, ni guardes en tu pecho inquietud alguna que...