Los 100 Dias del Plebeyo

Published: Sun, 09/05/10


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Los 100 Días del Plebeyo


Septiembre 05, 2010
Reflexiones Cristianas

Una bella princesa estaba buscando consorte.

Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que el amor y la perseverancia.

Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
-Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esta será mi dote.

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

-Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba me desposarás.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.

Al llegar el día 99, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar dónde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: -¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?

Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas. El plebeyo contestó en voz baja: -La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.

Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una palabra de comprensión o estímulo. Las personas tienen que hacerse merecedoras del amor que se les ofrece.

Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonas, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo*: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo*: Apacienta mis corderos.
Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Jonas, ¿me amas? Pedro le dijo*: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo*: Pastorea mis ovejas.
Le dijo* por tercera vez: Simón, hijo de Jonas, ¿me amas? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Juan 21:15-17.

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Alineación Y Disponibilidad.


Septiembre 05, 2010
Crecimiento Personal

Probablemente mi estimado lector, sea usted una persona que ya había adquirido los conocimientos antes mencionados, y es una persona hábil para construir visiones y planos mentales que describen detalladamente lo que usted desea hacer y lograr en su vida.

Puede ser que ya haya comprendido que no es una oración mágica y caprichosa la que cambiará su realidad, que es necesario comprometerse con la visión llevando a cabo la comisión impuesta por esta.

Quizás ya no hace en sus oraciones descripciones lastimeras de su situación, y ha aprendido a declarar su victoria y el poder de Cristo en su vida. Pero, a pesar de todo esto, usted diga: "Aún así, todavía no puedo concretar mis sueños"... [Leer más.]


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