Por tanto así dijo el Señor: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Jeremías 15:19.
¡Pobre Jeremías! Mas, ¿por qué le llamamos pobre? El profeta de las lamentaciones era un siervo escogido del Señor, y ensalzado sobre otros muchos. Fue aborrecido porque decía la verdad. La palabra, tan dulce para él, era muy amarga para sus oyentes; por tanto, fue acepto del Señor.
Se le mandó mantenerse firme en su fidelidad, con la única condición de que el Señor continuaría hablándole. Debía tratar con entereza y verdad a los hombres de su tiempo con el fin de llevar a cabo la obra de reparación que Dios le había encomendado entre los apóstatas de su tiempo, y el Señor le dijo: