El COVID-19 le recetó al mundo entero una dosis de la más triste y desgarradora realidad: somos vulnerables.
El mundo se detuvo repentinamente. Como si fuéramos los protagonistas de una película de Hollywood. Las escenas de personas vestidas completamente de trajes pseudoespaciales que dejaban ver muy poco, se empezaron a ver en las noticias; con la diferencia de que estaban en nuestra ciudad evocándonos lo cerca que estaba el peligro.
Las pantallas nos conectaron para trabajar, estudiar, celebrar cumpleaños y para hablar con los seres queridos. Sucedió que de la noche a la mañana, una mujer quedó atrapada en su casa con una pareja abusiva a quien podía evadir gracias a su trabajo. El hombre que escapaba de su casa agobiado por las deudas, cansancio y preocupaciones se quedó en la casa con su familia, sus deudas, cansancio y preocupaciones. Y los niños, según la
UNICEF; en el último año se ha registrado un aumento de los niños que pasan hambre, están aislados, son víctimas del abuso o sufren ansiedad. La educación de cientos de millones de niños se ha interrumpido. El acceso a los...